Aunque lleva apenas tres meses abierto al público, el hotel Península de
París ya se sitúa entre los hoteles más icónicos de la ciudad. Situado en un
edificio emblemático de la Avenida Kléber, abrió sus puertas en 1908 bajo el nombre de "Hotel Majestic". Ya en esa época tenía huéspedes de renombre tales
como Picasso, Stravinski, James Joyce o Marcel Proust.
En 1936 se convirtió en oficinas del gobierno durante la ocupación Nazi
de París .Tras la guerra, ha tenido varios usos hasta que en 2008 el gobierno vendió el edificio a la firma Qatari
Diar por 460 millones de dólares. Tras 4 años de renovación abrió sus
puertas el pasado verano convirtiéndose en el primer hotel de la cadena “Península” en
Europa.
Tras una exhaustiva renovación el hotel se presenta como uno
de los más lujosos de la capital francesa.
El manager del proyecto ha afirmado que más que una renovación prefiere llamarlo reconstrucción ya que se ha querido recrear el edificio en su época de máximo esplendor, desde elementos estructurales hasta los detalles decorativos más pequeños. Para este meticuloso proceso se contrataron artesanos franceses que usaron técnicas tradicionales.
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El manager del proyecto ha afirmado que más que una renovación prefiere llamarlo reconstrucción ya que se ha querido recrear el edificio en su época de máximo esplendor, desde elementos estructurales hasta los detalles decorativos más pequeños. Para este meticuloso proceso se contrataron artesanos franceses que usaron técnicas tradicionales.
Mármol,
estuco, azulejos de paredes y techos, trabajo de madera y de piedra, pintura y un
sinfín de otros elementos han sido preservados cuidadosamente y restaurados a
la antigua usanza para revivir la época dorada del hotel.
Por ejemplo,
dos pinturas del techo del “Cigar Lounge”, fueron restauradas por Cinzia
Pasqualli quien ha restaurado pinturas de Leonardo Da Vinci en el Louvre y
también en el Palacio de Versailles.
En el Lobby y en el Bar un total de 1000 piezas
individuales de madera fueron quitadas del edificio original para restaurarlas
y recolocarlas. Este trabajo fue realizado por el taller Fancelli, una pequeña empresa familiar que lleva tres generaciones a sus espaldas y que cuenta con 12 empleados solamente.
El resultado es impecable, el edificio combina todos los adelantos del siglo XXI con el saber hacer del siglo pasado, y es que, quizá uno de los mayores lujos en la actualidad es la artesanía y la delicadeza del trabajo bien hecho, realizado a mano.